viernes, 24 de agosto de 2018

CUENTO ENMARCADO.


Lucero Rodríguez y Toñito Zamarripa archivaban la documentación correspondiente sobre el caso Valtierra. El tipo se había convertido en poco tiempo en un Robin Hood moderno que había puesto en guardia a las autoridades. Todo el mundo hablaba de su nobleza, pero Rogelio Valtierra era un hombre común. ¿Por qué era común? Porque vivía sobre sus sueños rotos, seguía una rutina impuesta y jamás reflexionaba por nada, hasta aquel día en la fila del supermercado, cuando la mujer de bubis de silicona le robó los $200 que se le cayeron.
Rogelio nunca se había defendido, ciertamente nunca había sufrido nada tan grave, y siempre otros tomaban las decisiones que eran suyas. Personas como su madre o su abuelo definieron su vida. Siempre fue disciplinado y acató lo que el destino le deparaba, pero ese robo  fue como un puñetazo para su mente.
- Zamarripa…¿Ya terminó lo que le mandé? –Preguntó el comandante Vega, que llegó resoplando a la oficina.
- En eso estamos jefe…- respondió Rodríguez.
- Bueno, teniente, habla como si estuviera enamorada de ese bandolero de barrio.
- Comandante, no se burle de mí. Estoy llenando el perfil del criminal, debo entenderlo para conocer su modus operandi y predecir el siguiente golpe.
- Rodríguez, es muy poética su manera de verlo. ¡Pero nada justifica los robos del asaltante de Sorianas!
- Tambien Walmarts y una joyería de Madero, señor… -agregó Zamarripa.
Rodriguez observó la televisión. Hablaban de Valtierra en los noticieros.
de esta manera en que el ahora conocido como “ladrón bueno”, Rogelio Valtierra, logró escapar de las autoridades después de repartir un cuantioso botín entre los pobladores del municipio de x, territorio conocido por su alto índice de pobreza. Los habitantes del poblado se han negado a facilitar declaraciones que ayuden a…”
No podía creer que tuviera un jefe tan imbécil y puerco. Lo diferente que era al ex oficinista, actualmente defensor de los pobres desarraigados como ancianos y comerciantes ambulantes…Rogelio tenía una mirada tan bondadosa y un aspecto tan varonil, es tan atractivo, alto, atlético, moreno claro…suspiró sin darse cuenta.
- ¡Zamarripa! me da gusto que se informe bien…
El comandante Vega era tan deforme, chaparro, con una panza más grande que sus piernas, la cual no lo dejaba ya ver sus pies, hinchado por el alcohol, y mirada de verdadero criminal. Le daba nauseas recordar la forma en que la había acosado desde el último año…
-Gracias mi comandante –respondió Zamarripa, sonriendo seguro de su eficiencia.
- No sea pendejo…termine ya esos archivos y deje de interrumpirme, con un demonio, o lo congelo dos días por penitente…
¡Valtierra es tan bueno! Nada de lo que ha robado se lo ha quedado, todo lo ha repartido entre la gente necesitada que se ha encontrado en su camino al huir.
- Si jefe, lo siento…es que su plática está buena…me voy a documentos cuestionados.
En cambio Vega... todo lo que puede tomar de los operativos se lo lleva a su casa o a sus cuentas...que mierdas hace persiguiendo a Valtierra y recibiendo órdenes de ese viejo rabo verde…
- Lleguele cabrón…bien…¿en que estaba? –se preguntó Vega a si mismo a la salida de Zamarripa –Ah, sí, ya se fue ese tarugo de la oreja parada. Rodríguez…¿cuando va dejar de hacerse la del rogar? Podría ya ser capitán…
- No comandante, no me haga esas bromitas… -respondió la uniformada, sin levantar la vista.
-Si no son bromas mi reina… -le respondió Vega, dándole una nalgada.
-¿Sabe que, viejo cabrón? ¡Sáquese a la chingada! -y de un solo movimiento Rodríguez lo tiró, acomodándole un golpe en la cara con la cacha de su pistola.
-¡Maldito puerco corrupto! Usted es el que debe estar preso y ser perseguido, no el ladrón Valtierra.
- ¡Loca maldita! –gritó Vega, espantado -Te congelo hasta nuevo aviso sin paga. ¡Tendrás que disculparte de rodillas y aflojarme tu cuerpecito culero que ya ni ha de apretar!  ¡Zamarripa! ¡Mondragón!…¿dónde están estos pendejos…? –gritó mientras luchaba, jadeante, por incorporarse.
Rodriguez escuchó las pisadas de sus compañeros y le puso el seguro a la puerta. Se acercó a Vega y le dio una patada en la quijada que lo hizo sangrar profusamente. Vega, adolorido, comenzó a gimotear.
- Cree que haré eso ¡jajaja! ¡No! ¡Estoy renunciando! Y antes de irme me lo cargo, ¡mierdecilla! –dijo Rodríguez, apuntándole. Vega le respondió, llorando:
- No muchacha…no arruines tu vida…
Valtierra nunca había hecho nada. Valtierra nunca se había defendido ni se había hecho valer sobre otros. Pero bastó el abuso de una persona vulgar para que actuara. Sin pensarlo mucho se había convertido en un héroe. ¡Era tan bueno y tan atractivo! El último mes los noticieros no hablaban de otra cosa. Hasta una canción le habían compuesto ya. ¡Resultaba tan inspirador!
El disparo, seco, inundó la oficina. La cabeza de Vega golpeó el suelo. Rodríguez abrió la puerta. Zamarripa y Mondragón entraron mirando la escena, asustados.
- ¿Que weyes? ¿Me van a detener? Por primera vez en mi vida creo que he hecho lo correcto.
- No -dice Mondragón, titubeando.
- No?
- No te vamos a detener –le respondió- llévanos contigo…

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